Hay inventos que se enquistan tanto en las costumbres sociales, que al final se pierde la autoría o se la apropia quien no debe. Es el caso del conxuro de la queimada. Pocos saben que no es un hechizo anónimo que alguien encontró escrito en un papiro envuelto en hojas de berza. No. Tenía autor y su nombre era Mariano Marcos Abalo, un señor singular nacido en A Pobra do Caramiñal, que residía en Vigo desde 1960, ciudad ayer falleció a los 85 años, y donde se inventó el célebre encantamiento etílico, al calor de los guateques y fiestas que se celebraban en un barco decomisado que estaba anclado frente a la Cruz Roja.
Mariano dedicó toda su vida profesional al Banco Pastor, de 8 a 3. Pero de las 3 en adelante, fue el artífice de muy locas actividades que le alejan de la habitual imagen del funcionario de oficina crediticia.
Allá por el año 74, el creador del conxuro empezó a hacer representaciones con la queimada como protagonista en la desaparecida discoteca Fausto. Allí, con ocasión de una asamblea de turismo galaico-portuguesa que tenía esa boite como sede, fue donde recitó por primera vez los versos que invocan a Satán y Belcebú entre llamaradas azules y olor dulzón de caña quemada. «Le añadí dos estrofas nuevas, hice unas copias en papel y reproducciones para los asistentes en una especie de pergamino en una empresa de ófset, que empezó a comercializar el conxuro. Fui a pedirles explicaciones y me dijeron, ¡ah, es que creíamos que era de Castroviejo! ¿Castroviejo? Desde entonces apareció con mi nombre y mi firma. Los vendían a 190 pesetas y me ofrecieron una por cada ejemplar. Yo les dije: ¡Hombre, por lo menos un duro!, pero soy muy mal negociante. Pasé por allí al año siguiente, pero la empresa cerró y la cogieron los trabajadores, que hicieron una cooperativa en la calle Gerona, relataba a La Voz hace unos años recordando su jocosa historia con pelos y señales.
«Nunca me imaginé que iba a hacerse tan famoso mi texto», confesaba este vigués de adopción que no se hizo millonario con su afamado ritual.
Según contaba, por el conxuro, que ha sido y es reproducido, impreso, relatado y copiado miles de veces, su creador no recibía más beneficio que la satisfacción de que, al menos, se le reconozca la autoría. «Antes no se preocupaba uno de esas cosas, y ahora no voy a dedicar los últimos años de mi vida a pelearme por cobrar unos derechos. Tengo la propiedad intelectual desde el año 2001, se sabe que es mío y eso me basta», explicaba sin atisbo de pena el padre del conxuro, que tiene traducción al vasco, al alemán, al francés y al «lionés de León», decía cuanto ya llevaba más de una década jubilado.
Marcos sabía que había otros conxuros de otros autores circulando, pero también sabía que el suyo fue el que caló hondo. «No sé por qué», admitía añadiendo que tenía escritos otros dos más, del año 85 y del 86, «pero no se los enseño a nadie porque hoy todo te lo copian».
Vestido como el si fuera Albus Dumbledore, pero con el sombrero de Mickey disfrazado de mago, Mariano hacía representaciones de la queimada por encargo, en eventos medievales, en restaurantes, en bodas, en Galicia y también fuera, pero sin agobios. «Podía anunciarme en internet, pero no me interesa, porque esto para mí es un trabajo, pero es un placer al mismo tiempo», afirmaba adivinando lo que iba a pasar mucho antes de que existieran las redes sociales y se nos fuera de las manos su uso.
Mariano Marcos no solo hablaba del texto del que era autor. Como autoridad en queimadas también tenía sus preferencias. No era partidario de los granos de café en la queimada. Según él, «no aportan nada». Encender la queimada sin azúcar y añadirlo después desde arriba formaba parte de su receta personal.
Por si fuera poco, este creativo bancario que tenía algo de actor, de poeta, de humorista, y mucho de artista, no se dedicó nunca de lleno al espectáculo porque sabía que para eso «hay que estar solo en el mundo, ser independiente y a mí me gusta estar en mi concha, en mi mundo», contaba. En su casa disponía de un taller para construir, hacer y deshacer, tallar, dibujar y pintar todo tipo de objetos. Él y su mujer, Gloria, se habían ido a vivir a Coruxo con su hija, también llamada Gloria, cuando la salud de su esposa empezó a fallarle.
Además de fumar en pipa, las coleccionaba. Tenía más de 300 y muchas las personalizaba tallándolas a mano. «Empecé con navaja. Siempre llevo una en el bolsillo. Desde niño», revelaba el hombre, que de aquella le había dado también por pintar piedras con forma de búho.
Además, formaba parte del grupo poético Brétema, que se reunía entonces y aún ahora en la Sociedad Cultural de O Calvario, aunque menos, debido a la pandemia. «Era un sol de persona», asegura María Luisa, secretaria del grupo y gran amiga.
«Siempre tengo que estar haciendo algo», reconocía este personaje singular que aparece en el último apéndice de la Enciclopedia Gallega, en la Q de Queimada, al lado de Anxo Quintana.
Mariano Marcos también atesoraba una gran colección de esquelas con motes curiosos. Algunas fueron reproducidas por el periodista Ramón Arangüena en un libro en el que recopiló necrológicas con gracia. La propia ya no hace tanta. O sí, teniendo en cuenta su grandioso sentido del humor.
Mañana, martes, será velado en el tanatorio de Emorvisa, donde se oficiará una misa a las 20.00 horas.
«Conxuro da queimada», por Mariano Marcos Abalo
Mouchos, coruxas, sapos e bruxas;
demos, trasnos e diaños;
espíritos das neboadas veigas,
corvos, pintegas e meigas;
rabo ergueito de gato negro
e todos os feitizos das menciñeiras...
Podres cañotas furadas,
fogar de vermes e alimañas,
lume da Santa Compaña,
mal de ollo, negros meigallos;
cheiro dos mortos, tronos e raios;
fuciño de sátiro e pé de coello;
ladrar de raposo, rabiño de martuxa,
oubeo de can, pregoeiro da morte...
Pecadora lingua de mala muller
casada cun home vello;
Averno de Satán e Belcebú,
lume de cadáveres ardentes,
lumes fatuos da noite de San Silvestre,
corpos mutilados dos indecentes,
e peidos dos infernais cus...
Bruar da mar embravecida,
agoiro de naufraxios,
barriga machorra de muller ceibe,
miañar de gatos que andan á xaneira,
guedella porca de cabra mal parida
e cornos retortos de castrón...
Con este cazo
levantarei as chamas deste lume
que se asemella ao do inferno
e as meigas ficarán purificadas
de tódalas súas maldades.
Algunhas fuxirán
a cabalo das súas escobas
para iren se asulagar
no mar de Fisterra.
Ouvide! Escoitade estos ruxidos...!
Son as bruxas que están a purificarse
nestas chamas espiritosas...
E cando este gorentoso brebaxe
baixe polas nosas gorxas,
tamen todos nós quedaremos libres
dos males da nosa alma
e de todo embruxamento.
Forzas do ar, terra, mar e lume!
a vós fago esta chamada:
se é verdade que tendes máis poder
ca humana xente,
limpade de maldades a nosa terra
e facede que aquí e agora
os espiritos dos amigos ausentes
compartan con nós esta queimada.